domingo, 25 de enero de 2015

Alter Ego



Todos tenemos un lado oscuro, de eso no hay duda. No obstante, en algunas personas es más fuerte que en otras, aunque el problema empieza cuando ese lado oscuro te atrae como lo hace la miel al oso, deseando que tus peores pesadillas se hagan realidad...

Me encontraba dentro de las ruinas quemadas de lo que parecía haber sido un gran palacio, ahora reducido a cenizas. La nieve y el hielo lo cubrían todo: las piedras partidas, la madera chamuscada y todavía humeante, el camino iluminado por la luna, los altos árboles y el puente que se divisaba un poco más allá. No sabía cómo había ido a parar ahí, pero tampoco era algo que en ese momento me preocupase demasiado. Notaba cómo el miedo recorría todo mi cuerpo, pues empezaba a sentir su presencia, pero esta vez de una forma incluso familiar.

Avancé un poco entre las ruinas, con cautela pero a paso firme. En pocos minutos llegué a lo que antes podría haber sido un gran salón de baile, con un patio central abierto al exterior. En el centro de ese espacio había un pequeño lago artificial, con la forma de un perfecto pentágono. Muchos de los mármoles negros y rojos que componían la estructura de los bordes del estanque estaban partidos o gastados Otros tenían manchas oscuras, quizás sangre seca, lo que le daba a todo el espacio un siniestro aspecto de decadencia tétrica y belleza cruel a la vez. 

Me perdí en mis pensamientos caminando por el salón, tocando las paredes con mis manos, heladas por el frío. A cada cierta distancia un espejo de bordes dorados colgaba de la piedra. La mayoría de ellos estaban rotos y resquebrajados. Por un momento me olvidé del miedo, y me centré en admirar los restos de aquella bella construcción. Posé mi mirada en los elaborados capiteles de las columnas que en otro tiempo sostenían la techumbre y los pórticos del salón. Mientras examinaba los grabados de algunos mármoles, empecé a escuchar un extraño sonido. Al principio no sabía qué era, pero al poner atención me percaté de que era música: violines, contrabajos, violas también, violonchelos, un clave... ¡Era una orquesta!

Cada vez sonaba más fuerte, pero no estaba segura de si era en mi cabeza o quizás provenía de aquel lugar. La música era suave, bella y oscura a la vez, casi parecía que los violines lloraban, mientras el clave acompañaba su lamento con graves arpegios.  Notaba mi cuerpo cada vez más tenso a causa de los escalofríos que subían por mi espina dorsal. Un susurro comenzó a mezclarse con el sonido de la orquesta fantasmal, al principio imposible de entender, después más nítido y claro...

-Ven... ven conmigo.... ven conmigo.... ven...

-¿Quién habla?- pregunté con terror.

-Ven conmigo... Acércate... Déjame entrar.

-¿Quién eres? ¿dónde estás? Por favor, déjame.- Mii voz se quebró en un sollozo de puro terror, mientras la música desaparecía lentamente, quedando sólo aquel horrible susurro.

-Ven...Ven...

Impulsada por la desesperación, intenté salir de allí. Quise correr, pero mis piernas no me respondían. Lo único que podía hacer era intentar descubrir de dónde provenía la voz. Escuché con atención, y después de unos minutos comprendí que los susurros provenían del estanque en forma de pentágono. Encandilada por la voz, que ya no me parecía horrible, sino terriblemente atractiva, me acerqué lentamente. Los susurros ya no eran susurros, ahora eran súplicas, lamentos, pronunciados con fuerza y autoridad. 

Cuando llegué al pequeño lago, mis manos temblaban y mis ojos estaban inundados de lágrimas, pero no pude resistirme a mirar el agua. Me incliné un poco, y para mi tranquilidad sólo vi mi reflejo, mi imagen normal. Mis ojos eran verdes, mi cara reflejaba terror y nerviosismo, el vestido negro estaba en su sitio. Por desgracia, la voz no desaparecía, ni siquiera se atenuaba.

-Ven, acércate. Déjame ser tuya. Ven a mí.

Sin más, me senté en el suelo y sin pensarlo rocé con mis dedos la superficie del agua oscura sin fondo, sólo un toque. Las ondas llegaron a todas las esquinas del estanque, pero extrañamente, en lugar de desaparecer, dieron la vuelta y se concentraron en el centro. Algo se movía allí abajo, y yo sabía perfectamente lo que era. Quise levantarme y no pude, intenté escapar pero sabía que no era capaz, entendí que en el fondo quería verla. De repente, una blanca mano me agarró con fuerza y me tiró al agua. Nadé y pataleé, pero era demasiado fuerte. En unos pocos segundos, había dejado la superficie, ella me llevaba a las profundidades de la oscuridad. Abrí los ojos y miré hacía el lado en el que sentía la firmeza de su mano...

Lo primero que vi fue su rostro. Sus ojos rojos, llenos de maldad se clavaron en mí, mientras su cara se torcía en una cruel sonrisa. Su mirada me atrapó, y un torbellino de emociones empezó a llenarme, a la vez que imágenes de horribles recuerdos se paseaban con rapidez por mi mente.

-Me necesitas. No dejes que ellos te hagan daño. Ven a mí, déjame ser tuya, y acabaremos con todos. Ven a mí, déjame ser tuya, y jamás volverás a derramar una lágrima.

Allí, rodeada de oscuridad, invadida por su presencia y su poder, hipnotizada por aquellos ojos y llena de rabia por todo, no pude resistirme. Me dejé llevar y acepté el miedo, la tristeza, la maldad y sobre todo, el poder. Sentí como las tinieblas invadían mi alma, llenándome de una fuerza fría y cruel, sin límites. Embriagada de estas nuevas sensaciones, confié en aquella otra yo, tan malvada y horrible, y permití que sus labios rozaran los míos... Lo único que iba a hacer a partir de ese momento era disfrutar de la oscuridad, para siempre.



A mi colega Jorge con cariño, que él se entiende, y yo también.  






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